El ser humano siente la necesidad de comparar todo lo que vemos con experiencias propias, desde los desarrollos de dos hermanos al precio de una bombilla. Es una necesidad imperiosa de satisfacción que nutre al cerebro de alegría y felicidad, cuando las cosas te salen bien. Esa sensación es a corto plazo, tal y como he mencionado anteriormente.
Es en ese momento cuando determinamos que un artículo es caro o barato. Si nos ha salido bien la jugada, y dura un tiempo que nosotros mismos determinamos como largo, entonces el artículo es barato. En el caso de que salga mal en ese mismo tiempo, entonces el artículo es caro, y por tanto, una mala compra.
Creo que es un error inducido por la cultura de comparar los artículos, y siempre por un único criterio: el precio. Olvidamos el resto de criterios como la calidad, la marca, el prestigio que se ha ganado con los años,… todo por un único factor. Solo recordamos el resto de criterios cuando ya es tarde, cuando la compra realizada y que nos ha hecho tan felices durante unos días deja de funcionar o no cumple con nuestras necesidades.
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